CÓMO SE DESARROLLÓ PORAMÉRICA

PorAmérica, el programa de fortalecimiento de organizaciones de base y estímulo a la generación de ingresos impulsado por RedEAmérica, con la importante participación financiera del Banco Interamericano de Desarrollo, BID, a través de su Fondo Multilateral de Inversiones – FOMIN, culmina sus operaciones en 2015 con logros muy alentadores. Conozca cómo fue el desarrollo del programa en sus seis años de trabajo.

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LA PUESTA EN MARCHA: UN PROCESO DIFÍCIL

La puesta en marcha del programa se constituiría, para casi todos sus actores, en un fuerte encontrón con la realidad. Las razones fueron muchas, desde los altos requerimientos del banco para los procesos de contratación y gestión de recursos del programa, pasando por las dificultades de comunicación e intercambio entre las partes, hasta las regulaciones de cada país en materia de manejo de recursos internacionales e impuestos.

Todo aquello llevó a una situación de tensión que amenazó el éxito del programa pero que hoy se ha visto felizmente superada, con el logro de resultados significativos. Sin embargo, hay que decir que el tránsito hasta la concreción de la primera convocatoria de proyectos de las organizaciones de base se constituyó en un esfuerzo bien grande.

Las dificultades se hicieron manifiestas en la conformación del equipo de la Unidad Ejecutora y de coordinadores de cada país; los requisitos resultaban muy exigentes y había recursos limitados para ese nivel de exigencia. Eso hizo que el proceso de contratación fuera muy lento y dispendioso, pero finalmente y luego de una ardua tarea se consiguieron profesionales competentes.

También se evidenció al comienzo un problema de información. Se había tratado de hacer un proceso muy participativo en la formulación del proyecto, pero resultó difícil por la misma dinámica de una red en proceso de cohesión con múltiples miembros en siete países, por lo que se consultó sobre todo a la junta y a los miembros más cercanos en asuntos puntuales. Eso hizo que el proceso de contratación fuera muy lento y dispendioso, pero finalmente y luego de una ardua tarea se consiguieron profesionales competentes.

Cuenta Margareth Flórez, recién llegada en 2008 como directora ejecutiva de RedEAmérica que “al comienzo los miembros reaccionaron a los requerimientos que planteaba el proyecto; porque tenían que cumplir una serie de reglas y hacer unos aportes (los que quisieran participar). No todos tenían claro eso. Y cuando se empezó a hablar del perfil de las organizaciones y el proceso de selección tampoco lo tenían claro, ni los procedimientos que tenían que seguir para rendir cuentas. Fue traumático porque era un proceso exigente y la gente no estaba preparada ni suficientemente informada para atenderlo”.

Pero además había otra dificultad, que relata la directora del programa en ese momento, Consuelo Ballesteros: “Cuando yo llegué ya estaba definido qué países y qué fundaciones participaban. Ya se habían hecho los convenios con ellas. Lo ideal hubiera sido hacer un encuentro o poder ir a conocer las fundaciones para saber con quiénes contábamos. Pero no se pudo porque era un programa para 30 fundaciones en 7 países y yo tenía recursos para un viaje al año, medio tiempo de los coordinadores técnicos en los países y ellos no tenían recursos para viajar. Entonces resultó dificilísimo de operar”.

Es fácil decirlo ahora que ya sucedieron las cosas, pero todos los actores entrevistados para este libro coinciden en que ese es un aprendizaje también en el sentido de hacer ver que ese nivel de coordinación, de generar cohesión y acuerdos hay que financiarlo para asegurarlo. Y que para un proyecto de esta magnitud y extensión resultaba indispensable establecer una etapa de aprestamiento en la cual informar en detalle de compromisos, enfoque de intervención, requisitos, procedimientos para llegar a acuerdos y lograr una operación consensuada.

Otra característica que generó dificultades resulto ser la del giro de aportes directamente a las organizaciones de base, ODB. Tal determinación tenía todo el sentido pues ha sido parte de las premisas del desarrollo de base y del fortalecimiento que las ODB aprendan a manejar sus recursos directamente y a responsabilizarse por ellos. Sin embargo y en principio eso generó alguna preocupación entre las entidades acompañantes, pues debían responder por recursos que no iban a controlar directamente.

En el caso de México surgió una dificultad mayor, pues en ese país solo se pueden entregar donaciones a organizaciones acreditadas y las organizaciones de base en México en general no lo son, por lo que las fundaciones entregan los recursos a ONG intermediarias que las acompañan. Eso no estaba permitido en el reglamento. Las fundaciones mexicanas llegaron a presentar 27 iniciativas y ninguna pudo ser aprobada, lo que llevó a que ese país se retirara.

Y es que un programa regional como este tuvo que lidiar con contextos muy diversos que se desconocían de antemano. Nadie había caído en cuenta que México tenía esa restricción; las fundaciones podían hacer donaciones a las organizaciones de base, lo que no podían era lograr exención tributaria sobre ellas.

“Las realidades políticas, económicas y culturales son muy diversas –comenta Pilar Hernández, directora del programa a partir de 2011. Entonces cuando se tiene un mismo criterio para aplicar en todos lados empiezas a fluir bien en unos lados pero a tropezarte en otros. Por ejemplo en Argentina es muy difícil que las organizaciones de base puedan abrir una cuenta bancaria. Lo que en Colombia puede demorarse 10 días allá pueden implicar meses, con aval de las fundaciones y todo. Eso generó grandes dificultades, porque estaba el proyecto aprobado, estaba la ODB formalizada y lista y no se podía girar porque no tenían las cuentas. En Brasil se podían demorar un mes los bancos locales para girarles entregarles los recursos a las organizaciones y les pedían muchos papeles. Y si no cumplían los requisitos devolvían la plata al girador y había que volver a empezar el proceso. En otros casos como Perú, algunas organizaciones tenían cuentas en bancos muy pequeños o cooperativas que hacía muy difícil y lento el proceso de recibir y entregar los recursos a las organizaciones”.

Finalmente, gracias a Internet, al correo electrónico, a los esfuerzos de fundaciones y Unidad Ejecutora y al aprovechamiento de las reuniones anuales de RedEAmérica, se logró un nivel de información y coordinación. Así mismo, con la colaboración del BID FOMIN se lograron ajustes al presupuesto para abrir espacios de coordinación y el programa avanzó hacia la primera convocatoria para la financiación de proyectos de las organizaciones de base.

A finales de 2009 se escogió también el nombre del Programa y su imagen gráfica: se llamaría Poramérica, con la promesa de valor: “Fortalecer para prosperar”.

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